El préstamo al Seguro Social, considerado como punta de lanza para destrabar la reforma de pensiones, debiese ser evaluado con mucha más cautela de lo que se ha hecho hasta ahora.
Los últimos lineamientos propuestos llevarían al Seguro Social, con una probabilidad muy alta, a un déficit en el largo plazo debido a una devolución del préstamo demasiado cara. Una vez en déficit, sus obligaciones tendrían que ser pagadas por el Estado a través de, por ejemplo, deuda pública y sus intereses. Además de ser costosa, esta intervención estatal equivale a un subsidio regresivo, pues sería un pago proporcional a los ingresos de cada individuo, atentando así contra uno de los objetivos de un sistema de pensiones: que, de existir algún subsidio cruzado, este debe ser simple y progresivo.
Es hora de considerar que el financiamiento del beneficio transitorio sea mediante recursos fiscales, y que los trabajadores formales destinen esa cotización a sus cuentas individuales con solidaridad intergeneracional.
Matías Vargas – Investigador Observatorio Perspectivas