• El Líbero,
  • 9 Diciembre 2023

Ni un peso más al reparto

La reforma de pensiones del gobierno quiere avanzar en solidaridad a través de un seguro social, esto es una forma elegante de renombrar un sistema de reparto. Un sistema así era el que existía en Chile antes de 1981, es decir, se distribuía entre los pensionados todo lo recaudado el mes anterior por los trabajadores activos. No había rentabilidad, ni heredabilidad de los ahorros sencillamente porque no había ningún ahorro. Algunos añoran este régimen y creen que entregaba mejores pensiones que el actual. Sin embargo, esta nostalgia no se sustenta en los hechos, ya que el sistema de reparto tenía muchos problemas y desventajas que el actual ha superado.

Además, restaurar en Chile un pilar de reparto en el sistema de pensiones es ir a contracorriente de lo que está pasando en el mundo. En la actualidad, muchos países están reduciendo sus pilares de reparto e incorporando pilares de ahorro individual. Esto es así porque el envejecimiento de la población y la disminución de la tasa de natalidad hacen que el pilar de reparto sea cada vez más deficitario y requiera más recursos públicos.

Pero volviendo a Chile, ¿por qué no se debe reinstaurar un sistema de reparto? En primer lugar, porque el sistema entregaba pensiones bajas y tenía requisitos altos. En efecto, la pensión promedio de las tres principales cajas era de sólo $136 mil a valores de hoy, mientras que la actual es de $385 mil. Además, el 70% de los pensionados sólo recibía la pensión mínima. En general, el sistema antiguo entregaba tasas de reemplazo menores a las del sistema actual. Todo esto a pesar de que la cotización promedio era de 21,1%, mucho más que el 10% actual.

En segundo lugar, porque el régimen de 32 cajas era fuente de desigualdad en sí mismo y de muy baja movilidad. A cada uno le tocaba una caja según su profesión o empresa, lo que sumado a los requisitos de tener un mínimo de 13 años promedio de cotizaciones, dejaba a muchas personas sin pensión. Hoy no existe un mínimo de años cotizados. De persistir las exigencias de entonces en la mayor caja de todas, un 29% de los pensionados actuales no tendría derecho pensión. Asimismo, pasaba que tras 30 años cotizando, la pensión podía ser 63%, 82% o 96% del salario final en distintas cajas porque nadie estaba bajo las mismas reglas.
En tercer lugar, porque la seguridad social de entonces era muy limitada. En concreto casi ningún trabajador independiente o informal tenía cobertura. Por ejemplo, los pequeños comerciantes, los parceleros y los artesanos no tenían derecho a pensión. Entonces, sólo el 71% de los ocupados estaba cubierto, mientras que ahora son el 82%.

Finalmente, porque el financiamiento era insostenible e inflacionario: Como la población envejecía, el sistema se hacía más deficitario y requería más recursos públicos. En 1980, el gasto fiscal necesario para sostenerlo era de 4,3% del PIB, casi 50% más que el actual que está en torno al 3%. Además, como eso sólo no alcanzaba, el Estado también costeaba el sistema con emisión monetaria, lo que provocaba inflación y deterioro del poder de compra de las pensiones porque estas no estaban en UF como ahora.

En suma, el régimen de reparto era un sistema insuficiente e injusto, excluyente e insostenible. El sistema actual, en su conjunción de solidaridad y ahorro individual, ha sido claramente superior porque entrega mejores pensiones, mayor libertad y propiedad sobre los ahorros. Si bien tiene desafíos que deben ser abordados, estos pasan por modernizarlo y no por refundarlo.

*Gabriel Cestau, director del Observatorio Perspectivas

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